La diosa romana Flora ejercía su poder sobre la primavera y estaba encargada de que las plantas floreciesen. Una tarea necesaria, sin la cuál las abejas poco podrían hacer.
Como casi todos los dioses romanos tuvieron su antecesor en la mitología griega, leemos al poeta latino Ovidio, que identifica a la Flora romana con la ninfa griega Cloris, y explica que un día de primavera, Céfiro, el dios del viento primaveral, viéndola vagar por los campos se enamoró de ella y la raptó; luego decidió unirse a ella en «justos exponsales».
Como recompensa y prueba de amor, Céfiro concedió a Flora, es decir, a Cloris, reinar sobre todas las flores de huertos y campos cultivados. En su calidad de divinidad de las flores, se considera que ella ha dado a los hombres la miel.
Además, a la diosa se le atribuye la facultad de proteger el florecer de la juventud, la edad del hombre considerada más feliz, así como de otorgar las semillas de las plantas.
En su honor se estableció la fiesta anual de las floralías, que se celebra desde el 28 de Abril hasta el 3 de Mayo. Durante los días de celebración, todo se cubría con flores, incluidas las casas y los animales.
El templo del Quirinal, en Roma, estaba dedicado a ella y era asistido por un flamen, un sacerdote encargado del culto. Entre las ofrendas realizadas a la diosa Flora, flores melíferas, leche y semillas, y miel de flores, con el fin de solicitar que protegiera sus cosechas.
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Iconográficamente la representación de esta diosa se inspira en el arte griego, y la suelen presentar como una joven vestida con túnica y manto, adornada con flores en la cabeza y en las manos.
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