«Dios mío, es insufrible pensar en gastar toda la vida de uno, como una abeja, trabajando, trabajando y nada más. – No, no lo haré».
Así pensaba el señor Charles Darwin en 1838, cuando al regresar de su viaje de cinco años en el barco HMS Beagle, se planteaba qué hacer con su vida, si casarse o dedicarse sólo a la ciencia.
Lo cierto es que a pesar de su intención inicial, sí acabó trabajando «como una abeja«, y en algunos momentos junto a ellas para demostrar su teoría de la evolución.
Poco después de escribir la frase inicial, se casó con su prima Enma, con la que tuvo 10 hijos, puso en marcha uno de los mayores cambios en la forma de pensar de la humanidad con su teoría de la evolución y a pesar de una enfermedad crónica que le acompañó muchos años, pudo estudiar los percebes, las lombrices de la tierra, la fertilización de las orquídeas, las plantas insectívoras y las trepadoras y un largo etcétera, así como mantener una prolongada correspondencia con los defensores y detractores de sus ideas.
En su libro «el origen de las especies», además de exponer su teoría, incluyó ejemplos de su cumplimiento en la vida de la Tierra. Quería saber si su teoría de la evolución podía explicar el instinto, es decir, el comportamiento innato o espontáneo en la naturaleza.
Uno de los ejemplos utilizados, y que calificó como el más maravilloso de los instintos, fue la destreza que muestran las abejas de la miel para construir panales construidos por capas superpuestas de celdas de cera hexagonales, donde almacenan sus reservas de miel y polen, además de criar a las nuevas abejas y zánganos. Si no podía explicarlo, su teoría podía fracasar.
Darwin necesitaba aclarar dos puntos: cómo había evolucionado a lo largo del tiempo la capacidad de la colmena para construir los panales y cómo las abejas podían construir su panales usando solo el instinto. Era necesario responder cómo pueden surgir instintos tan complejos y ser producidos por la selección natural.
El científico se puso manos a la obra. Con ayuda de sus sabios colegas científicos aprendió que a hay otros tipos de abejas que construyen panales más sencillos, como la abeja melipona que los construye esféricos. Mediante una serie de experimentos que hizo con láminas de cera, comprobó cómo trabajan las abejas de la miel, y aunque el resultado del trabajo de las abejas es complejo, puede ser descompuesto en operaciones sencillas, ya realizadas por otros tipos de abejas.
Lo que comprobó es que las abejas mieleras construyen panales que optimizan el resultado obtenido a partir del esfuerzo realizado.
Las abejas necesitan néctar para producir la cera. La obtención del néctar significa para la abeja un esfuerzo, un gasto de energía. Siguiendo sus ideas, dedujo que las abejas que mejor utilizan su cera en la construcción, serían las mejor adaptadas.
«No era posible que la selección natural superara este estado de perfección pues el panal de las abejas, hasta donde nosotros podemos juzgar, es totalmente perfecto para economizar cera».
El motor del proceso de selección natural fue economizar cera. El enjambre que necesitaba menos miel para segregar cera fue el más exitoso y transmitió ese instinto nuevo mediante la herencia, para que los nuevos enjambres tuvieran más probabilidades de luchar por la supervivencia.
Además de resolver la cuestión sobre el instinto, Darwin tuvo que encarar otro problema relacionado con las abejas para poder contrastar su teoría de la evolución: la esterilidad de los insectos sociales.
Las abejas obreras son estériles, dedicándose al trabajo comunitario durante su existencia. Darwin, observando la colmena como una familia, y no como un conjunto de individuos pudo encontrar una explicación adecuada. Ya que las abejas estériles (las abejas obreras) colaboran con el grupo, su esterilidad puede ser producto de la selección, que puede actuar tanto sobre el individuo como sobre la familia. Lo más rentable para el conjunto-colmena era la esterilidad de las abejas obreras, y su dedicación al trabajo, no a la reproducción. Así pudo explicar la esterilidad en algunos miembros de los himenópteros (hormigas, abejas y avispas).
Problemas resueltos. Las abejas pusieron al señor Darwin en serios aprietos, pero fueron excelentemente resueltos mediante su colaboración con otros científicos, su inteligencia y habilidad para relacionar sus observaciones, y esa capacidad de trabajo que le hace merecedor del titulo «tan trabajador como una abeja».
Para saber más, recomendamos la lectura de los siguiente libros:
– Charles Darwin. El hombre y su influencia. Peter J. Bowler.
– Charles Darwin. Michael Ruse.
Nicolás
Lamentable intento de hacer cuadrar la perfección de la naturaleza que evidencia la Creación con la falsa teoría darwinista. Se han encontrado panales fosilizados de hace 150-200 millones de años de antigüedad, lo que demuestra que jamás han existido panales imperfectos que hayan ido evolucionando hacia panales más eficientes. He aquí el susodicho fósil: http://www.juntadeandalucia.es/averroes/html/adjuntos/2008/02/05/0005/catalogo/94.html
Alberto
Hola Nicolás, gracias por tus comentarios.