Los jardines de Thabor están situados junto a la Abadía de Saint-Melaine, dentro del núcleo urbano de la ciudad bretona de Rennes (Francia).
Lo que comenzó siendo el huerto de los monjes de la abadía, pasó a convertirse en jardín público a mediados del siglo XVIII y alcanzar su actual extensión de 10 hectáreas a comienzos del siglo XX.
Y no nos ha llamado la atención por su diseño, ni por su aviario, ni por su jardín botánico, ni por sus árboles exóticos y tampoco por las rosas del concurso internacional realizado en él , sino por el cariño que ponen sus cuidadores y porque tiene colmenas y hasta una cabaña para insectos auxiliares, sin los cuáles, este jardín no podría ser lo que es.
Las colmenas de los jardines de Thabor se encuentran situadas en una esquina del jardín, en un espacio debidamente identificado y separado de las sendas transitadas por los paseantes de los jardines.
Cómo surgió la idea de colocar colmenas en los parques de la ciudad de Rennes. En el año 2009 el ayuntamiento de la villa de Rennes lanza un concurso de ideas sobre desarrollo sostenible en la localidad. Una de las mejores fue traer a las abejas de vuelta al medio urbano, para que sirvan como testigos de la calidad de vida y como medida del mantenimiento de la biodiversidad.
Las primeras colmenas se colocaron en junio del 2011 en el parque de Thabor y en el de Gayeulles, cediendo la villa de Rennes espacios adecuados dentro de sus parques a los apicultores interesados en colocar allí sus colmenas.
Lamentablemente, tres de las primeras colmenas fueron robadas el primer año. A pesar del disgusto, en el 2012 se ha seguido aumentando el número de parques donde los apicultores , tras acuerdo con el ayuntamiento, colocan sus colmenas. Aunque las abejas no se consideran insectos agresivos, las colmenas se sitúan a una distancia prudente de las sendas de paso de las personas.
En una segunda fase del proyecto se pretende fomentar la colocación de colmenas en los jardines de las casas particulares, siempre con el permiso de los servicios veterinarios y recibiendo formación antes de la instalación por parte de otros apicultores veteranos.
Los promotores del proyecto aseguran que la miel obtenida en las ciudades tiene mejor calidad que la del campo, con el argumento de que en los jardines no se utilizan herbicidas, y sí en los monocultivos del mundo rural. En nuestra opinión esta afirmación es una frase hecha que se limitan a repetir en todas las ciudades con poco fundamento.
El objetivo de dichas colmenas no debe ser la producción de miel para su comercialización, sino acercar las colmenas a la gente de las ciudades, que las abejas no sean consideradas insectos peligrosos y ajenos e intentar explicar qué es una colmena y los beneficios que tiene para su entorno y el ser humano.
Creemos que este aspecto educativo en el proyecto de Rennes puede ser mejorado. Nos sigue gustando más el proyecto de los jardines de Luxemburgo, con su colmenar-escuela gestionada por la asociación local de apicultores. Tampoco nos gusta el término «abejas neo-urbanas» que se empieza a oír en estos proyectos.
Cabaña para insectos auxiliares. En el interior del jardín botánico de Thabor también hemos encontrado una caseta para insectos, necesarios para la correcta polinización de flores. Los habitantes de la cabaña ayudarán a mantener con toda seguridad este tesoro.
Almu
Hola chicos, como siempre me ha gustado un montón vuestro post.
Quería preguntaros si sabéis si en alguno de los jardines de los que habéis hablado se han cuestionado poner Apis mellifera a causa de las alergias que proliferan, ¿sabéis si el peligro de picaduras y reacción alérgica es alto?
Gracias 😉
mielesdelrudron
Muchas gracias por comentar.
No nos consta que se haya cuestionado la abejas Apis mellifera en estos jardines. Sí que es cierto que la Apis mellifera en centroeuropa se lleva desde hace muchos años seleccionando para que sea lo más mansa y tranquila posible, lo cuál minimiza los riesgos de picaduras.
En la dirección http://www.alergiaabejasyavispas.com/secciones/sec1/seccion01_2b.asp, se afirma que » en España, según los datos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), alrededor de 800.000 personas son alérgicas al veneno de estos insectos. La tasa de mortalidad se estima en un 0,4 por millón de habitantes, lo que significa que entre 15 y 20 personas podrían morir cada año por esta causa.