Abejas de película en el mundo del cinede varias décadas, el séptimo arte ha retratado las abejas y su entorno. Al igual que ha ocurrido con otras incursiones cinematográficas en el mundo animal, los resultados han sido de lo más variopinto.
Tratándose de un insecto armado con un potente aguijón, parecía obvio considerarlo un elemento inspirador de miedo o, al menos recelo, en la población; en especial, si los animalillos se agrupaban con el afán conspirador de destruir la humanidad.
Por ello son muchas las películas tremendistas que retratan este ataque, como “El enjambre” (“The swarm”, Irving Allen, 1978), “Picadura mortal” (“The deadly bees”, Freddie Francis, 1967), “Nubes de pánico” (“Deadly invasion: the killer bee nightmare”, Rockne S. O’Bannon, 1995) o “Abejas asesinas” (“Killer bees”, Penelope Buitenhuis, 2002).
En ocasiones, humanos inconscientes osan incluso romper el frágil equilibrio natural modificando genéticamente las abejas en otras “Abejas asesinas” (“Flying virus”, Jeff Jare, 2001).
A veces simplemente deciden cambiarlas de ecosistema en más “Abejas asesinas” (“The bees”, Alfredo Zacarías, 1978). Que también podían ser más originales los traductores españoles de títulos, creo yo.
Algunas comunidades humanas adoptan ritos “abejiles” con fines siniestros, a modo de culto pagano. Este el caso de “The wicker man” (Neil LaBute, 2006), que es un remake de una película de los años 70 (Robin Hardy, 1975).
En “El enjambre del infierno” (“Hell swarm”, Tim Matheson, 2000), se riza aún más el rizo y se ven involucrados incluso unos alienígenas que quieren acabar con la raza humana. ¿Y qué arma van a utilizar? Sorpresa, sorpresa…
Ni siquiera las películas de serie B se han librado de esta tendencia, aunque algunas resultan en ocasiones cómicas, por la forma de tratar el tema.
Así en “La invasión de las abejas reina” (“Invasion of the bee girls”, Denis Sanders, 1973), una científica crea irresistibles mujeres abeja, que asesinan a todos los machos que encuentran por el camino, eso sí, después de una cópula un tanto peligrosa.
El cine infantil tampoco ha olvidado a las abejas. Al fin y al cabo también ha retratado hormigas y otros bichos sin dudarlo.
«Bee movie” (Simon J. Smith y Steve Hickner, 2007) es un buen ejemplo de ello.
Aunque nadie duda de su calidad técnica, lo cierto es que no resulta muy educativa. ¿Desde cuándo las abejas hablan con los humanos? ¿Y desde cuándo tienen padre y madre? ¿Y desde cuándo si se añaden unos simples granitos de polen a una planta seca la convierten en una planta florida y hermosa?
¿Dónde han quedado los tiempos de nuestra entrañable «Abeja Maya«?
Menos mal que aún quedan películas que narran la realidad del mundo apícola desde una perspectiva más natural y realista. “El espíritu de la colmena” (Víctor Erice, 1973), “El apicultor” (“O Melissokomos“, Théo Angelopoulos, 1986) o «La vida secreta de las abejas» (“The secret life of bees”, Gina Prince-Bythewood, 2009) muestran apicultores dedicados a su trabajo, con cariño y respeto hacia estos seres prodigiosos, aunque sus vidas a veces desemboquen en el drama.
Antes de terminar debo mencionar aquí algunos títulos serios que hacen referencia a las abejas, como “La colmena” (Mario Camus, 1982) o “La abeja reina” (“The queen bee”, Ranald Mac Dougall, 1955). Sin embargo, su aportación a este tema es puramente metafórica.
Comparando el número de películas catastrofistas con el de películas sensatas, es evidente cuál gana la partida. El cine ha preferido utilizar las abejas como elemento terrorífico, que llena más las salas, en vez de narrar la aparente insignificancia del día a día apícola.
Cada cual que decida con qué visión de la vida se queda. Yo me voy a la colmena…
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