Mes de junio. Las fotos lo demuestran. Tenemos abejas, Apis mellifera, libando en la flor del tomillo (¿Thymus vulgaris?), en el famoso jardín situado delante del edificio que alberga el Museo de la Evolución Humana.
Desde mieladictos, entendemos que se trata de una buena noticia que puede abrir muchas puertas.
Ahora, al igual que se hace en otras grandes capitales europeas como París, donde se colocan colmenas en algunas azoteas y jardines de los edificios para poder recoger la miel procedente de los jardines urbanos, se podría comercializar la miel de tomillo del jardín del MEH, como fuente adicional de ingresos.
Incluso no debiéramos despreciar lo que nos puede dar el tomillo del jardín, cuyas hojas y ramitas se pueden recoger en los días soleados de junio a agosto, y utilizar para sazonar en la cocina. ¿Quién sabe si una miel «de la evolución» puede tener una buena acogida?
En cuanto al origen de las abejas, se supone que aparecieron un poco después de la aparición de las plantas con flor verdadera, lo que ocurrió hace unos 100 millones de años, estableciéndose desde entonces una relación entre los insectos y las flores. Los fósiles más antiguos conocidos de abejas se remontan a hace 90 millones de años, mientras que de aquellas abejas agrupadas en colmenas hay restos fósiles de hace 25 millones de años.
A partir de un antepasado común con las avispas, las abejas fueron perfeccionando su instinto de agrupación en colonias y su control de miel y polen dentro de la colmena, pudiendo con ello adaptarse a muchos entornos fe flora y temperatura diferentes.
Y de la evolución de la apicultura, basta decir que fue hacia el 8000 a.C., en el Neolítico, cuando surge la agricultura, y que la domesticación de especies por el hombre duró unos 4000 años. Por ahí estuvo el comienzo de la relación hombre-abejas.
Para saber más:
– Manual práctico del apicultor.Carlos Polaino.
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