El abuelo recuerda que cuando el tiempo corría muy deprisa, en una noche con luz propia, una de las estrellas le hizo guiños de que algo iba a pasar; y esperó…
Pronto oyó un ruído y cada vez más cerca. Su curiosidad pronto se vio satisfecha. Un baile de antorchas iluminaba el camino y poblaba de siluetas la noche.
Era una caravana de gente montada en camellos, pero no todos,algunos, muchos, iban a pie, mejor arrastrando los pies. Sus trajes estaban fuera de época, o por lo menos de lugar. Eran trajes brillantes, de colores vivos, como el abuelo no había visto nunca.
Nayec, aprovecha la ocasión, ya no podía más, y se apartó de la caravana. La caravana acampó a las afueras del pueblo.
-No puedo más, dijo Nayec. Son muchos días y noches camina que te camina.
-¿De dónde venís?
-De ese país por donde el Sol sale todos los días.
-Perdona mi curiosidad, pero, ¿a dónde vais?.
-Mi amo me ha dicho, que vamos a comprobar si es cierto lo que dicen los libros que ha leído «que en Belén de Judá nacerá un nuevo Sol que iluminará a todo el Mundo».
Nayec no podía más. Su cansancio y agotamiento eran notorios. Mi abuelo se acordó que en la alacena repleta de frascos y botes había uno, con pétalos de clavelina, «Dianthus superbus», con propiedad para curar el cansancio y agotamiento, que eran los síntomas de Nayec.
Preparó rápidamente una infusión: 35 gramos de flores secas en un litro de agua. Dejó reposar durante 15 minutos, y lo coló. Necesitaba 100 gramos de miel, pero se le había terminado.
Nayec se había dormido. El abuelo pensó encontrar una solución y en estas estaba cuando Tobí, el amigo de Nayec, se acercó a preguntar cómo iba la salud de su amigo. El abuelo le dijo que le estaba preparando una infusión de plantas recomendada por todos los sabios del lugar, para vencer en pocos minutos el cansancio y agotamiento, pero….que no tenía miel. Tobí le dijo que eso, no era ningún problema, pués uno de los regalos que llevaba su señor , era una colmena dorada y unos cántaros de miel. En un abrir y cerrar de ojos, Tobí estaba de vuelta con un tarro de miel.
Despertaron a Nayec y le dieron a beber aquella tisana. No tardó mucho en encontrarse bien e incorporarse a la caravana que partía hacia el nuevo Sol que habría de iluminar al Mundo con sus rayos.
Mi abuelo volvió a ser más feliz.
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