Nos ha encantado el poder repasar una parte de la obra de Miguel Delibes (Valladolid 1920-2010) para profundizar en su relación con las abejas, habitantes del campo y del mundo rural que él tanto amaba.
Ningún libro sustituirá nunca a la Naturaleza, pero lo que nos cuenta el Señor Delibes es un complemento maravilloso.
Elisa Delibes, una de las hijas del escritor, ha tenido la amabilidad de contarnos que «todos los conocimientos de su padre relativos a las abejas procedían de la zona de Sedano y pueblos colindantes, zona rica en miel y en abejas«.
Ella misma conoce lo relacionado con las abejas por haberlo vivido desde niña.
«Todavía el año pasado cuando llegamos a veranear a Sedano, las abejas habían vuelto a hacer su colmena en la cajonera de la persiana del cuarto de estar, llamé a Fonsito y a su hermano Isidro y vinieron con el humeón, el saco, las caretas y se llevaron el enjambre, mi persiana quedó llena de miel…. Esto ocurría casi todos los años…. De todos modos mi padre sí fue a catar colmenas con gente del pueblo, alguna vive aún».
Agradecer a Elisa Delibes su información. Además hemos encontrado estas otras referencias al mundo apícola en la obra de Delibes.
El camino (1950)
No hay referencia a las abejas.
La palabra miel es utilizada en la frase «para enturbiar las mieles de Quino en su viaje de boda».
Quizás Miguel Delibes no había tenido todavía contacto con las abejas, ya que es raro que no aparezcan las abejas en un libro cuyos principales protagonistas son tres niños en un pueblo (Daniel el Mochuelo, Germán el tiñoso y Roque el Moñigo).
Las ratas (1962)
Nini, el chiquillo protagonista, debía su saber a su espíritu observador de las cosas del campo.
El autor va introduciendo a lo largo de su obra, las diferentes tareas en el colmenar a lo largo del año.
A comienzos de Abril hacer el oreo para evitar la enjambrazón prematura, luego formar nuevas colonias, eliminar los zánganos de las colmenas en torno a San Juan, catar luego la colmena.
También nos relata la llegada del abejaruco al pueblo, así como las preguntas y peticiones de sus vecinos: «si no cojo trigo siquiera que coja miel, ¿es verdad que si nos destruyo las celdillas reales el enjambre se larga, ¿cómo conocer las celdillas reales?»
Cinco horas con Mario (1966)
«Higinio vale y si de entrada le cayó en gracia a Fito, miel sobre hojuelas…».
«La niña se lucirá, y como es monilla y tiene mano izquierda, no le faltará un enjambre alrededor».
«Y a una le dejas con la miel en los labios…»
«Ni por supuesto, para el zángano de tu hijo».
La Mortaja (1970)
De Trino a su hijo Senderines: «no vaya a ser como tu madre, que tenía miedo de los truenos y de las abejas. Los hombres no sienten miedo de nada».
El disputado voto del señor Cayo (1978)
En este libro, Miguel Delibes nos deleita con todo su conocimiento apícola, al relatarnos como el Señor Cayo recoge un enjambre delante de sus visitantes llegados de la ciudad.
Para ello, utiliza un escriño, cesta o canasta fabricada de paja, donde recoge un enjambre instalado en la copa de un roble, que había salido de su hornillera, formada por una docena de dujos.
Se refiere a las abejas del enjambre, diciendo que bordonean por todas partes, es decir, andan vagando por el entorno sin trabajar (las abejas suelen estar inspeccionando el territorio para decidir dónde se instala el enjambre, son las «emisarias»). Si no encuentran un sitio adecuado para alojarse, volverán a la colmena de donde han salido.
Utiliza la palabra «tetón» aplicada al enjambre. Los visitantes de la ciudad describen al enjambre «como saco que cuelga, todo de abejas«.
Humeón, es el aparato que utiliza el Señor Cayo para ahumar a las abejas, y que estas se tranquilicen. Utiliza paja como combustible. Unta con una pella de miel una rama.
También explica para sus visitantes el motivo por el que se posan todas las abejas juntas, y es porque donde se posa la reina se posan todas. Si la reina se mueve, todas se mueven.
Se sube con sus 83 años al árbol (74 años de Paco Rabal en la película), y coloca la escriña boca abajo. Unta con una pella de miel una rama, para que las abejas lo utilicen como vía para introducirse en el escriño. Una vez el enjambre en el escriño, coloca un trapo blanco en la hendidura de un dujo (troncos metidos en la tapia), y cogiendo la escriña la golpea sobre el trapo.
«Qué han de picar, si la abeja enjambrada no pica«.
El diputado coge el humeón, y por indicación del Señor Cayo ahúma tres veces, sólo tres veces. Las abejas entran en el dujo acompañando a su reina.
Cuando refiriéndose el Señor Cayo a un lagarto verde, cuenta que «este bicho, para las abejas, peor que el picorrelincho». Le tilda de lamerón, aficionado a comer golosinas.
La hornillera, construcción que alberga las colmenas, también aparece en Cureña, el pueblo del Señor Cayo.
Y hablando de lo sano que es la vida en el pueblo y lo mayor que muere la gente, Laly, afirma:
«Será la miel, la jalea real esa«.
A lo que responde Don Cayo: «Será mire, no digo que no».
Tres pájaros de cuenta (1982)
«Que deduzco, que como sucede con las abejas, hay grupos que se escinden cuando la puesta es abundante» (Delibes hablando de las grajillas).
Diario de un jubilado (1995)
No aparece el mundo de las abejas como tal, sólo en expresiones como «me dejó la miel en los labios«, y una nueva que hemos aprendido, «el Partenio, que sabe jugar al abejón«, que significa tener a alguien en poco, tratarle con desprecio, burlarse de él.
El hereje (1998)
En esta gran novela, aparecen expresiones con miel.…»las mieles de la fraternidad», «empezó a gozar de las mieles de la compasión», «unos ojos vivaces, de color miel«.
Viejas historias y cuentos completos (2006)
Recoge la narrativa del autor: la Mortaja, Tres pájaros de cuenta y tres cuentos olvidados, La Partida y Viejas historias de Castilla la Vieja.
En esta última descubrimos lo siguiente:
Allá, en mi pueblo, si el enjambre se larga, basta arrimarle una escriña agujereada con una rama de carrasco para reintegrale a la colmena.
Y aparece el abejaruco.
Con el tendido de luz, aparecieron también en el pueblo los abejarucos. Solían llegar en primavera volando en bandos diseminados y emitiendo un gargarismo cadencioso y dulce.
Con frecuencia yo me tumbaba boca arriba junto al almarrón, sólo por el placer de ver sus colores brillantes y su vuelo airoso, como de golondrina.
Don Justo del Espíritu Santo, el cura párroco, solía decir desde el púlpito que los abejarucos eran hermosos como los arcángeles, o que los arcángeles eran hermosos como los abejarucos, según le viniera a pelo una cosa o la otra, lo que no quita para que el Antonio, por distraer la inercia de la veda, abatiese uno un día con la carabina de diez milímetros.
La bruja Leopoldina y otras historias reales (2018)
Libro que recoge una obra inédita escrita e ilustrada por él cuando contaba 18 años,así como otros textos autobiográficos ya incluidos en «Mi vida al aire libre» y «Tres pájaros de cuenta».
Con sus ojos color miel, hablando de un perro llamado Grim, es la única referencia sobre nuestro tema favorito que hemos encontrado.
Y cuando habla de su moto, menciona a uno de los riesgos para el motorista: la avispa.
El conductor, yo en este caso, iba barriendo el espacio con su cuerpo, arrastrando con él todos los insectos imprudentes que se interpusieran en su camino.
Nos queda todavía mucha obra de Miguel Delibes por leer y releer, y por supuesto seguir disfrutando y aprendiendo con su obra.
Hippy bee
Qué bien Delibes, uno de mis autores clásicos ya por excelencia. No sé si existirá alguien más castellano y más emblema de la cultura castellana. Por lo que leo también amante y conocedor de las abejas. Me alegro de saber de uno más.
Gracias por la entrada.
mielesdelrudron
Gracias por el comentario. Nosotros ya éramos incondicionales de Miguel Delibes antes de escribir el artículo y releer con otros ojos parte de la obra del Sr. Delibes.