La abeja, «die Biene», publicada en 1856, es una pieza compuesta para violín y piano por Franz Schubert, pero no el más famoso, sino «el otro».
La mejor manera de distinguirlo del Schubert más conocido, es escribir junto a su nombre, su ciudad de procedencia, Dresde, donde nació y murió (1808-1878).
Ejerció como músico, violinista y compositor. Parte de su formación musical la recibió de su padre, y luego de C.P.Lafont, en París. Llegó a tener cierta amistad con Chopin. Su obra más divulgada, ha sido «la abeja». En 1861, fue nombrado director de la orquesta de Dresde.
Nos quedamos con la versión de Joseph Szigeti, haciendo clic sobre la imagen podrás disfrutar de esta breve obra.
Mucha gente piensa que esta composición para violín, pertenece al vienés Franz Schubert (Viena 1797, 1828). De este Schubert más famoso sabemos que era admirador de Beethoven, murió joven sin conocer el éxito fuera de su ciudad, Viena. Era hijo de maestro y estuvo dando docencia, pero lo dejó después de unos años. Entró como interno en el Pensionado Imperial de la ciudad de Viena, por lo que adquirió una completa educación general, no sólo musical.
Creador de los Lieder, poemas musicalizados para voz y piano, de los que llegó a componer 603. Ya en 1816, se hicieron famosas las veladas musicales en casas de Viena, donde se interpretaban su presencia obras de piano y Lieder de Franz. Estas reuniones pasaron a llamarse Schubertiadas. La música de Schubert proporciona fraternidad ( Amistad o afecto entre hermanos o entre quienes se tratan como tales.y bienvenida). Componía de manera incesante. Sólo en 1815 escribió 144 Lieder. El epitafio en su tumba dice: «Aquí la música ha sepultado un opulento tesoro, pero aún más hermosas esperanzas». 9 sinfonías, 22 sonetos para piano, multitud de piezas breves para piano a 2 y 4 manos, 35 obras de cámara, 6 misas, 17 óperas y Singspiele y más de 600 Lieder.
La relación de este Schubert con las abejas es mínima. Se limita a componer su música sobre un poema de Wilhelm Müller, «La bella molinera» ( Die schöne Müllerin). «Descansa ahora, amado laúd, colgado allí; Si la brisa mueve tus cuerdas, O una abeja te roza con sus alas, Me harás estremecer con inquietud. ¿Por qué dejé tan larga la cinta? A veces susurra sobre las cuerdas. ¿Será el eco de mis penas de amor, O el preludio de mis nuevas canciones?».
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