Durante 10 años, desde 1954 a 1964, el naturalista y presentador David Attenborough realizó una serie de viajes por el mundo para grabar reportajes de historia natural.
Además de las imágenes, el autor ha publicado dos libros que relatan sus experiencias, uno » Viajes al otro lado del mundo», (2019), donde recorre Madagascar, Nueva Guinea, islas del Pacífico y territorios del norte de Australia, y otro con el título de «Aventuras de un joven naturalista», (2017), con sus visitas a Guyana, Indonesia y Paraguay.
Aunque David y sus compañeros de expedición preferían filmar o capturar otras especies como perezosos, serpientes, armadillos, dragones de Komodo, orangutanes, aves exóticas o caimanes, o aprender la cultura de los pueblos indígenas, hemos devorado ambos libros a la búsqueda de nuevas historias con la miel o con las abejas como protagonistas. Y hemos tenido suerte.
Te recomendados la lectura de ambos, para sin levantarte de tu cómodo sofá, poder ahorrarte los sinsabores de las averías del vehículo, la falta de comida o evitar enfrentarte a un búfalo enfadado. ¿No te parece buena propuesta?
Hormigas melíferas en Territorio del Norte de Australia
Al oeste de Alice Springs se encuentra un desierto donde al hombre blanco le cuesta mucho sobrevivir. Es con uno de los aborígenes de la tribu de los walbiri, Charlie Djagamara, con el que David y su equipo intentan descubrir alguna de las técnicas de supervivencia.
Las hormigas meliferas obreras recogen la ligamaza que exudan las plantas del desierto durante la breve estación húmeda, y en vez de almacenarla en panales, como hacen las abejas, alimentan con ella a las nuevas obreras recién salidas del hormiguero hasta que se inflan de tal modo que no son capaces de moverse. Entonces estas vasijas vivientes permanecen colgadas del techo de su galería, conservando la miel hasta que, cuando llega la estación seca y no hay comida disponible, las demás hormigas les obligan a devolverla. Es otra adaptación de la vida para sobrevivir en el desierto.
Otro día nos condujo a una zona distinta del desierto. Tras caminar de frente decidido durante un rato, redujo el ritmo drásticamente y empezó a examinar el suelo con atención. Por fin encontró lo que había estado buscando: hormigas. Charlie pasó por algunas dificultadas para enseñarnos un diminuto punto amarillo en sus cuerpos. Abriéndose paso entre los arbustos, persiguió a los insectos, que correteaban formando un reguero tortuoso hasta desaparecer en un agujero. Allí empezó a cavar, retirando la tierra roja con su bumerán hasta que a un metro de profundidad, aparecieron las galerías del hormiguero. A continuación, metió la mano y extrajo con delicadeza un puñado tras otro de objetos translúcidos y ambarinos, del tamaño y forma de canicas pequeñas. Me entregó uno. Estaba vivo: se trataba de una hormiga, con seis patitas que se meneaban junto a un abdomen terriblemente hinchado. Sujetó una, agarrándola con los dedos por la cabeza. Se la llevó a la boca y me indico que hiciese lo mismo. Cuando el blando abdomen, similar a una bolsa, reventó entre mis dientes, sentí el sabor dulce y cálido de la miel. Sonreí.
Viajes al otro lado del mundo, de David Attenborough
Árbol de la miel en pinturas aborígenes australianas
Cuando Magani, un aborigen burada que vivía en Maningrida, accedió a pintar y dejarse filmar mientras recogía material para su obra, David sabía que los ritos y su cultura asociada aparecerían allí.
-Bolsa dulce de miel-dijo Magani.
Miel silvestre en el hueco de un árbol. Los brazos eran ramas que, por ser irrelevantes para el tema principal, había menguado considerablemente. A su lado había tres pequeños camafeos.
-El hombre, con su hacha y su saco, corta la bolsa dulce de miel.
Viajes al otro lado del mundo, de David Attenborough
La leyenda de la boa constrictor
Fue durante su visita a la isla de Madagascar, cuando descubrió que las tribus malgaches creen que sus antepasados se reencarnan en estas serpientes.
Probablemente, explica el autor, los gusanos que salen de los cuerpos en descomposición, llevan a la imaginación de estas tribus a pensar que las versiones adultas de esos gusanos, las serpientes, lleva en su interior a alguno de sus familiares fallecidos.
Si una boa se acerca a la aldea, es recibida con el máximo respeto, y se busca algún indicio o señal que la relacione con algún fallecido. Si es así, la boa es transportada con toda ceremonia a la casa en la que residía cuando era humano, donde se le harán ofrendas de leche y miel.
Los indri de Madagascar y el recolector de miel
Buscando en estado salvaje al indri, también conocido como el hombre con cabeza de perro, del cuál no había una descripción detallada, tuvo que enfrentarse a las leyendas y fábulas indígenas sobre este animal.
Otra vez, un hombre que había trepado a un árbol para coger miel de una colmena, fue sorprendido por las abejas, que le picaron sin piedad. Medio cegado, resbaló y se cayó; pero mientras rebotaba por las ramas un enorme indri lo tomó en sus brazos. En silencio, el animal lo ayudó a llegar hasta el suelo y después desapareció entre la espesura.
Viajes al otro lado del mundo, de David Attenborough
Miel silvestre en Paraguay
Buscando armadillos en Paraguay, entraron en contacto con un poblado indio, al que pidieron ayuda para poder capturar animales salvajes para el zoo de Londres.
El jefe nos explicó gravemente que nuestra petición no llegaba en buen momento. Durante las últimas semanas, en la aldea se había estado debatiendo la posibilidad de talar un árbol de la selva cercana, en el que habían encontrado miel silvestre.
Aventuras de un joven naturalista, de David Attenborough
Miel salvaje en el Chaco (Paraguay)
Agotados y hambrientos durante una de sus expediciones por el Chaco, David y el cazador errante Comelli tienen la suerte de encontrarse una colmena, y la verdad, les vino my bien.
Una vez encontramos un árbol caído en el que un enjambre de abejas había construido su colmena. Cuando Comelli se disponía a abrirla con un machete, sugerí que, para evitar picotazos, deberíamos encender una fogata que humease para espantar a las abejas. Se partió de risa. Me explicó que en el Chaco había abejas que producían picaduras dolorosas, pero este tipo en concreto era inofensivo. Y en efecto, aunque no dejaron de zumbar en actitud amenazadora mientras cortábamos el tronco, no hicieron el menor intento de picarnos. Sacamos los grandes panales cargados de miel y nos los comimos tal como estaban, con cera, polen, larvas y todo. La miel líquida nos resbalaba por la barbilla.
Aventuras de un joven naturalista, de David Attenborough
Han sido unas horas estupendas leyendo los libros de este gran explorador-divulgador. Te lo recomendamos.
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