Por José Carlos Castro Díaz – Director de Seguridad / Consejero de Seguridad / Apicultura Semiprofesional, al que pedimos que nos expusiera por dónde puede ir el futuro de la apicultura.
Cuando Alberto me propuso escribir sobre esta idea dije: son tantas las incógnitas y cuestiones a tratar que uno no sabe por dónde comenzar y después de recapacitar partiré del presente desde un punto de vista social. Como no podía ser de otra forma vive y refleja la dualidad social en la que vivimos.
Provengo de una tierra donde la apicultura era y se mantiene en esencia una actividad ligada al minifundio donde las colmenas son para autoconsumo o a lo más vender el excedente de la producción anual al veraneante o emigrante que regresa por agosto a su tierra natal.
Actualmente la apicultura conoce un repunte de su actividad hacia una acentuada profesionalidad, una profesionalidad ligada fundamentalmente a dos aspectos básicos: la falta de expectativa laboral y la ayuda económica por el camino de una nefasta política de subvenciones. Lo que denota en muchos casos una carencia vocacional o en el peor de los casos cierta predisposición o incluso viabilidad.
Recuerdo uno de mis últimos cursos en los que comenzamos presentándonos y aportando cuántas colmenas teníamos cada uno. Cierto, vivimos en una globalización acelerada y que por ello en ocasiones no atiende a conceptos de sostenibilidad chocando con los valores de origen, lo normal sería qué nivel se tiene o qué conocimientos o qué experiencia ….
Y qué decir sobre ello si parece que todos estamos en la misma carrera de a quién tiene más colmenas o quién llega primero al millar de colmenas. El cómo, parece secundario pero no lo es sino todo lo contrario.
Quizás hoy caminemos hacia un oligopolio del sector apícola como ha ocurrido en otros sectores, muchos son los apicultores que tienen sus esperanzas y ahorros en convertirlo en un medio de vida. Será capaz o tendrá interés la administración y el poder político para encauzar mediante la legislación todas estas propuestas y postulados o nos veremos abocados a la dependencia de terceros, a la subsistencia o incluso al abandono.
Teniendo los recursos naturales para obtener una gran calidad estos productores serían recompensados mediante una eficaz información y promoción que evite que la industria y el comercio confundan al consumidor con mieles de dudosa calidad y/o procedencia, acompañada de una normativa que evite a los dueños de capital y especuladores transacciones a bajo precio.
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