Un colmenar no parece a priori el lugar más idóneo para convertirlo en el estudio de un artista.
Sin embargo, la canadiense Aganetha Dyck no debió pensar lo mismo cuando empezó a trabajar con las abejas para crear sus obras de arte.
Tras más de 20 años trabajando en estrecha colaboración con estos pequeños insectos, realmente se puede hablar de una simbiosis artística. Aganetha propone a las abejas un elemento base sobre el que trabajar y las abejas se dejan llevar por sus instintos artísticos (o no) para crear escenarios a veces sorprendentes. Como ella misma afirma, tiene “millones de colaboradores”.
Aganetha Dyck nació en 1937 cerca de Winnipeg, dentro de una comunidad menonita. No fue hasta 1972, cuando vivía con su familia en la ciudad de Prince Albert (Príncipe Alberto, curioso nombre para una ciudad), cuando se aficionó al arte, participando como voluntaria en una galería y asistiendo a clases de dibujo.
Estaba comenzando a romper los moldes en los que se encasillaba a las mujeres de clase media de su generación. De vuelta a Winnipeg en 1976 se dedicó más a fondo a su faceta artística e incluso decidió cursar estudios universitarios de Historia del Arte.
Realmente Aganetha no se inició en el arte utilizando las abejas. Por casualidad, en una visita a un colmenar de Winnipeg en 1990 le llamó la atención un texto que ponía “Hecho por abejas: Miel” y que parecía grabado en un panal. De hecho el apicultor había introducido un molde con las letras en la colmena. Entonces Aganetha pensó que las abejas eran escultoras naturales y decidió colaborar con ellas.
Su primera visita a un colmenar fue un momento muy especial. Al abrir la tapa de una caja, percibió el ruido, el movimiento, los aromas y la calidez y se sintió transportada a otro mundo. Fue un auténtico “flechazo”.
Muchos son los premios recibidos desde entonces y muchos los museos que atesoran sus obras. Entre ellos la Galería Nacional de Canadá, donde está su célebre “Glass dress: Lady in waiting” (“Vestido de cristal: Dama a la espera”), elaborado entre 1992 y 1998 y cuya inspiración surgió de la observación de las abejas reina. Esta espectacular obra está realizada con cristal, panal de cera de abeja, própolis, perlas y madera.
Pero realmente Aganetha no es apicultora. Ella alquila las colonias de abejas y todos sus trabajos están supervisados a la vez por un científico y por un apicultor.
Aganetha disfruta más el propio proceso de crear que los resultados del mismo. Y este proceso a veces es muy lento. A la artista le gusta insertar objetos cotidianos dentro de una colmena y ver cómo se comportan las abejas con ellos. Los objetos normalmente proceden de mercados de segunda mano y en ocasiones los compra deteriorados, ya que las abejas tienen una tendencia natural a arreglar los desperfectos que se encuentran.
La artista “estimula” la respuesta de la colonia añadiendo cera, miel o própolis al elemento introducido. Y el resultado es asombroso. Las abejas tejen a su alrededor un caótico tejido compuesto por panales de cera irregulares. El objeto resultante es en su esencia el elemento de partida, pero “customizado” o “tuneado” por unas artistas impredecibles. Se trata, por tanto, de una obra irrepetible y, por consiguiente, única.
Lógicamente el trabajo en el colmenar se puede llevar a cabo solamente durante el buen tiempo, especialmente en verano. Pero Aganetha va preparando durante el invierno los materiales que desea utilizar en sus sesiones al aire libre.
Uno de los objetos más curiosos que ha utilizado en su “taller apícola” es quizás el mantel de su abuela, en el que las abejas trabajaron dos estaciones. Su marido construyó un enorme marco, debajo del cual colocaron 7 colmenas, lo cual supuso el trabajo de aproximadamente unas 280.000 escultoras…
Dyck cree que las abejas son un ejemplo de paciencia, respeto, trabajo y atención a los pequeños detalles. Y durante todos los años que ha trabajado con ellas y ha conocido su papel polinizador y sus crecientes amenazas se ha vuelto una gran defensora de su causa. Ha colaborado con apicultores y entomólogos de varios países europeos en sus investigaciones. Según ella misma afirma, en una ocasión quedó muy impresionada cuando vio a una abeja adquirir una posición fetal cuando estaba muriendo.
Su familia también colabora con ella de distintas maneras. Su hijo mayor, Richard, le ayuda a hacer escaneos del interior de la colmena, con resultados francamente sorprendentes.
Sin embargo, a pesar del amor que siente por las abejas ahora ya no puede trabajar con ellas como lo hizo en el pasado. En 2009 tuvo una importante reacción alérgica a una picadura y estuvo a punto de morir. Por ello, tuvo que luchar contra la auténtica adicción que tenía de estar con ellas y comenzar a trabajar en otros proyectos. Así fue como retomó ideas del pasado y comenzó a construir esculturas a partir de prendas de lana.
Quizás sus nuevos trabajos no nos sorprendan a los mieladictos tanto como los que hemos visto en este artículo, pero seguro que están igualmente llenos de originalidad y pasión.
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