Hace un tiempo estaba curioseando en unos grandes almacenes cuando algo me llamó poderosamente la atención. Descubrí entonces que existía una infusión de “honeybush” y que por tanto existía un “arbusto de la miel” en alguna parte del planeta.
Realmente no existe ninguna planta que por sí misma produzca miel, como tal. Como es bien sabido, las abejas elaboran la miel a partir del néctar de las flores o de las secreciones de algunos árboles a las que aportan su “toque personal” en forma de enzimas.
Así que me pregunté: “¿Por qué este arbusto se llama así, entonces?” Y me puse a investigar…
El honeybush es un sustituto del té (al igual que el rooibos) originario de la parte meridional de Sudáfrica. Algunos dicen que su nombre se debe a que sus flores huelen a miel; otros opinan que es por su sabor dulce y floral, sutilmente similar al de la miel.
Es de las pocas especies de este tipo de infusiones que aún permanecen masivamente silvestres, dado que hay muchas dificultades para cultivarla en granjas. De las más de veinte especies existentes sólo 4 ó 5 se explotan comercialmente.
Los arbustos se cortan de raíz durante la recolección, porque ello mejora la calidad futura del arbusto. Tras su recogida, el honeybush se trocea, se fermenta mediante calor (las hojas se vuelven de un color marrón oscuro) y finalmente se seca.
El arbusto de la miel no contiene cafeína y su nivel de taninos es muy bajo. Muchos son los que alaban su alta composición en flavonas, isoflavonas, minerales y antioxidantes. Asimismo, algunos estudios afirman que es de ayuda contra la tos, por su alto contenido en pinitol (un azúcar espectorante).
Para aquellos a quienes simplemente nos gustan las infusiones, el honeybush es una bebida muy agradable. ¿Por qué no la probáis?
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