Cicerón, en su obra El Orador, relata el origen de la retórica, una de cuyas disciplinas es la memoria, atribuyendo la creación de esta última, al poeta Simónides de Ceos (556-468 a.C), al que se le llamaba también «lengua de miel«, por las elegantes imágenes metafóricas que usaba en sus composiciones poéticas.
No ha sido el único que a lo largo de la historia ha recibido ese sobrenombre, ya que leemos que el poeta Tirteo, también recibía este apodo. ¿Cuántos poetas desde entonces habrán recibido ese apelativo?
Narra Cicerón que un día Simónides fue invitado a casa de un potente y rico hombre de aquella época, de nombre Escopa, para quien había compuesto una oda en la cual exaltaba sus cualidades. Mientras se celebraba el evento, Simónides fue llamado con urgencia a atender a dos jóvenes que preguntaban por él.
Cuando regresó, el techo del edificio había cedido derrumbándose y matando a todos los presentes en la sala. Cuenta la historia que solo Simónides fue capaz de reconocer las personas cuyas caras estaban desconfiguradas, gracias al recuerdo que tenía de la posición de cada uno de ellos en el salón.
Así que «lengua de miel» fue uno de los creadores de la mnemotecnia, por su técnica o sistema de localización de recuerdos permitía a un orador recordar amplios discursos previamente compuestos por un historiador mediante su distribución sobre recuerdos-gancho establecidos con anterioridad. Consiste en visualizar o situar mentalmente en los distintos sectores de un templo, muy conocido por el expositor, las distintas partes del discurso, trazando un itinerario según el orden que se requiera.
Desde entonces se entendió que el orden y la secuencia de los lugares generaban muchos beneficios para la recuperación de la memoria.
Por esta razón, quien quiera entrenarse en el fortalecimiento de la memoria, debería representarse en la mente lugares reales y poner en ellos las imágenes de las informaciones que se querían memorizar; recuperar el orden de los lugares permite reconstruir el orden de las informaciones, lo que dio lugar a lo que hoy en día se conoce como la técnica de los loci o sistemas de lugares.
Pues vaya con el «lengua de miel«, vaya regalo más interesantes que nos ha legado.
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