Fue en el siglo XVIII, cuando surge en Francia la Orden de la Mosca de la Miel (l’ordre de la Mouche à Miel), congregación fantasiosa fundada en 1703 por la duquesa de Maine también conocida como Anne Louise Benédicte de Borbon, 1676-1753.
La fundación de órdenes por los reyes de Francia, fue algo que se realizó durante siglos.
La Orden de San Luis, fue fundada en 1693 por el rey de Francia Luis XIV para recompensar a los oficiales más valerosos o la Orden del Espíritu Santo de 1578 ordenada por Enrique III de Francia, para incluir a 100 caballeros que lucharan contra sus enemigos.
A Anne Louise le pareció bien rodearse de sus propios caballeros, enfocándolo con humor y un poco de burla hacia la sociedad de su época.
Sobre la reina de las abejas o Anne Louise Benédicte de Borbon
Sus padres fueron los duques de Enghien.
Anne Louise demostró su fuerte personalidad tanto en el mundo de la política como en el de las artes, a pesar de que su poca altura y ser mujer en el siglo XVII no le ayudara demasiado.
Recibió la educación de la época que se impartía a la nobleza francesa.
Con 21 años se casó con el duque de Maine, Luis Augusto de Borbón (hijo ilegítimo de Luis XV), relación que no fue muy bien.
Al parecer la nueva duquesa de Maine despreciaba la falta de ambición de su marido, y por eso, creó en el castillo de Sceaux una pequeña corte en torno suyo, emulando la corte de Versalles, y fundó esta peculiar Orden, atrayendo a buena parte del talento literario de entonces.
La Orden de la mosca de la miel
La Orden constaba de 40 miembros, de gran prestigio, entre ellos Fontenelle, Voltaire, Montesquieu, Mably, D´Alembert y Madame de Chatelet.
Durante sus reuniones, cada miembro vestía una prenda ceremonial bordada con hilo de plata, sobre su cabeza una peluca en forma de colmena, y una medalla de oro de la Orden.
En dicha medalla se podía leer la leyenda, «ella es pequeña, sí, pero capaz de heridas crueles», refiriéndose a su patrona y fundadora, la duquesa de Maine.
Sus estatutos obligaban a proteger todas las especies de abejas y a no hacer nunca daño a ninguna, a dejarse picar donde les plazca, ya sea manos, mejillas o piernas, aunque, a causa de esas picaduras, esas partes del cuerpo «se hagan más gruesas».
Para los nuevos miembros de la Orden se disponía el siguiente juramento:
Juro por las abejas del monte Himeto (montaña griega famosa por su miel) fidelidad y obediencia a la dictadora perpetua de la Orden, llevar durante toda mi vida la medalla de la Mosca de la miel y cumplir, mientras viva, los estatutos de la Orden; y si rompo mi juramento, consiento que para mí la miel se transforme en hiel, la cera en sebo, las flores en ortigas, y que las avispas y los zánganos me piquen con sus aguijones.
Desafortunadamente esta Orden tuvo una corta vida, hasta que Anne Louise Benédicte de Borbon perdió las ganas de mantener esta farsa.
¿Cuándo se anima alguien a retomar esta iniciativa?
Para saber más:
-El filósofo y la abeja, de Pierre-Henri y François Tavoillot.
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