«La vie est comme une fleur dont l’amour est le miel» / La vida es como una flor en la que el amor es la miel.
Esta frase atribuída a Víctor Hugo, nos la encontramos en el escaparate de una herboristería- mielería, y como nos encantó, decidimos dedicarnos un buen rato a leer parte de la obra de Víctor Hugo ( Besançon 1802-1885), autor entre otras de «Los miserables» y «Nuestra Señora de París».
Fue un gran viajero, filósofo, escritor, poeta, dramaturgo y por supuesto, nos regaló párrafos como el anterior y los siguientes relacionadas con la miel y las abejas.
«La imprenta es el hormiguero de las inteligencias, es la colmena, a la que las imaginaciones, abejas doradas, llegan con su miel «. Nuestra Señora de París.
«…que la boca del sabio que dirige cumplidos a otro es un vaso de hiel cubierto de miel «. Nuestra Señora de París.
«Nada se parece tanto a un alma como una abeja. Va de flor en flor, como el alma de estrella en estrella, y liba la miel, como el alma la luz». El noventa y tres.
La abeja produjo un gran ruido al entrar, zumbando fuertemente, como si dijera: «Ya estoy aquí. Vengo de ver rosas, ahora voy a ver niños.»¿Qué pasa aquí?» Una abeja es como un ama de casa: riñe cantando. En Noventa y tres.
«Contentémonos entonces con el trabajo, como las hormigas, y con la miel, como las abejas. Seamos la bestia obrera en lugar de ser la reina inteligente de la colmena«. El noventa y tres.
Los hermanos Tavoillot en su libro «El filósofo y la abeja» nos descubren otro poema de Víctor Hugo, donde pide a las abejas que se rebelen contra el que, en su opinión, ha dejado de estar a la altura de su sublime simbolismo: Napoleón el pequeño, es decir, Napoleón III, que seguía utilizando el símbolo personal, la abeja, que antes hiciera Napoleón I.
Las abejas y el manto imperial (Los Castigos, 1853)
Vosotras para quien el trabajo es gozo y alegría,
Vosotras que no haceís otra presa
Que los perfumes, alientos aromáticos del cielo,
Vosotras que huis cuando se acerca diciembre,
Vosotras que robáis a las flores del ámbar
Para dar miel a los hombres.
Hermosas y hechiceras
Que libáis el rocío en copas de aroma,
Vosotras, que semejantes a la joven desposada,
Visitáis los lirios del delicioso vergel,
Hermanas de las encarnadas corolas,
Hijas de la luz, abeja laboriosas,
Volad, huid de ese manto.
Abalanzaos sobre el que lo lleva
Cual impávidos guerreros.
Obreras generosas, arremolinaos en torno suyo,
Presentándole el deber y la virtud en alas de oro y dardos de llama.
Arremolinaos en torno de ese infame
Y decidle: ¿Por quién nos tomas?
Maldito mil y mil veces maldito,
Nosotras somos las abejas.
Nuestra colmena adorna la fachada
De las chozas sombreadas por espesos parrales,
Volamos en alegre torbellino y nos posamos
En la boca de las rosas o en los labios de Platón;
Lo que sale del fango al fango vuelve,
Vete a encontrar a Tiberio en su caverna
Y a Carlos IX en su balcón.
Ve, en tu púrpura se han de meter,
No las abejas del Hymete,
Sino el negro enjambre de Montfaucon.
Y acribilladle todas juntas.
Avergonzad con vuestro generoso valor al pueblo que tiembla,
Sacad los ojos al inmundo embustero,
Encarnizaos con él con toda saña y furor,
Sea arrojado de la patria por las moscas,
Ya que los hombres le tienen miedo.
Suficiente calidad la de Víctor Hugo y conocimiento de la miel para considerarlo dentro del círculo de «los escritores de mieladictos».
Seguiremos trabajando para traer a muchos más.
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