El tatuaje es un arte y, en ocasiones, un medio de diferenciación social. Lleva practicándose miles de años en distintas culturas, pero ha habido que esperar muchos siglos para que estuviese socialmente aceptado en los cincos continentes.
Tatuarse es una experiencia dolorosa, dado que el dibujo se forma cuando la máquina del artista atraviesa con su aguja la epidermis de la piel hasta llegar a la dermis y depositar allí la tinta deseada. Lógicamente hay zonas de la piel más sensibles que otras y todas ellas pueden tatuarse. En cualquier caso, no se trata de una experiencia trivial, ya que puede condicionar nuestra imagen el resto de nuestra vida.
Muchos son los motivos que impulsan a una persona a dejar esa huella indeleble en su cuerpo: una gran pasión (por alguien o por algo), identificarse con una etnia o grupo social, un interés meramente estético o en ocasiones simplemente imitar a un famoso. El tatuaje atrae y repele a partes iguales, dependiendo de la simbología que transmite los observadores.
Las abejas se han colado en la innumerable lista de motivos que forman parte de estas pequeñas o grandes obras de arte. Y son un insecto muy popular, porque los colores amarillo y negro que se emplean tradicionalmente para dibujarlas (y que tanto ha contribuido a confundirlas con las avispas) son muy llamativos visualmente. Además, a menudo muchas personas se animan a tatuarse insectos porque, dado que son pequeños, se pueden tatuar a tamaño real.
Los expertos en simbología afirman que las abejas son símbolo de orden social, de esfuerzo, de trabajo en equipo, etc. Aunque lo cierto es que muchas personas se las tatúan simplemente por su carácter estético. De hecho muchos de los diseños de abejas que hemos encontrado en la red son caricaturescos.
Aquí os mostramos algunos de ellos. Quizás os inspiren.
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