Podemos afirmar que las fábulas de animales son el único género literario romano que puede alegar un origen alejado de sus clases ricas y dirigentes. El resto de obras eran encargadas por los ricos o los que gobernaban.
Fedro fue una figura clave en Roma, adaptando versiones anteriores de fábulas y componiendo nuevas, con un sesgo específicamente romano.
Aunque las historias más famosas se atribuyen a Esopo, que se cree que fue un esclavo griego que vivió unos siglos antes que Fedro, éste consiguió labrarse un nombre dentro del mundo de las fábulas.
Fábulas de Fedro
En este artículo de Mieladictos
Biografía del fabulista Fedro
Gayo Julio Fedro fue un ex esclavo de la casa imperial, que escribió durante el reinado de Tiberio, a comienzos del siglo I d.C.
Nace en la que fuera provincia romana de Macedonia allá por el año 15 a.C.
Recibió una muy buena educación , ya que fue llevado a Roma y formó parte de los esclavos del emperador Augusto. Recibió la libertad, pasando a denominarse liberto, que así se denominaba a los esclavos liberados por sus amos.
Su lenguaje materno fue el griego, pero dominaba el latín con solvencia.
Cómo realiza Fedro sus fábulas
Sus historias condensan con agudeza las injusticias de la sociedad romana. Su forma de narrar, es enfrentando a los animales más pequeños como zorros, ranas y ovejas contra las criaturas más poderosas, en forma de leones, águilas, lobos y halcones.
En muy pocas ocasiones el indefenso logra vencer, y lo normal es que los más desvalidos lleven todas las de perder.
Muchas de sus fábulas tienen un mensaje final que contrasta con las esperanza del pueblo llano, y expresan que la única opción real es la de apechugar con la propia suerte.
Un buen ejemplo de lo anterior es cuando las ranas le piden a Jupíter un rey, él les envía un tronco, y cuando le piden uno mejor, reciben una serpiente, que se las come a todas.
Podemos afirmar que en las fábulas de Fedro no hay ayuda ninguna para estos animales en las fuerzas de la ley.
Fábulas de Fedro que tienen que ver con las avispas
Las abejas y los zánganos, siendo juez la avispa
Las abejas habían labrado sus panales en una alta encina: los zánganos ociosos porfiaban, que eran suyos.
Llevóse el pleito a Estrados, siendo juez la avispa; la cuál, como conocía muy bien a las entrambas castas, propuso esta condición a las dos partes: vuestro cuerpo no es desemejante, el color es el mismo, tanto, que con razón se ha llegado a dudar del hecho; mas para que no grave mi conciencia con una resolución imprudente, tomad las colmenas, y destilad en los paneles de cera la miel, para que por su sabor, acerca de los cuales se litiga, se conozca su autor.
Niéganse a esto los zánganos; las abejas admiten el partido.
En vista de lo cuál la avispa pronunció esta sentencia: claro está quién ni pudo hacer los panales, y quien los hizo.
Y así adjudicó a las abejas su fruto.
Hubiera pasado en silencio esta fábula, si los zánganos hubieran aceptado el partido.
No querían los zánganos contestar a la sentencia, en que los declaraba por robadores, así tampoco varios poetas de aquel tiempo querían confesar ser de Fedro algunas fábulas, con que lucían.
Vemos que esto de los derechos de autor ya se sacaba a la luz hace unos miles de años. Y que sinvergüenzas, en todas partes y en cualquier momento de la historia.
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