Queda muy elegante empezar un artículo mencionando a Plinio el Viejo, escritor y naturalista allá por el siglo I de nuestra era, que nos dejó entre sus anotaciones varias referidas al oso: «Ningún otro animal es más ducho para hacer el mal» y «su afición desmedida por la miel«.
No estamos en absoluto de acuerdo con la primera afirmación de este autor (su relación con lo maligno), y si bien está claro que al oso se le han atribuido muy pocas virtudes, creemos que se debe a su condición de «rey del bosque», lo que siempre conlleva mucha envidia.
En este artículo de Mieladictos
Lo que sabemos del oso como aficionado a la miel
Según la tradición cristiana, el oso encarna todos los vicios y fuerzas del mal. En los textos del siglo XI, se destacaba cómo «el oso ataca al hombre, las ovejas, las cabras y las colmenas».
Los pueblos eslavos no se quedaron atrás y lo nombraban con expresiones como «el que come miel” o el “ladrón de miel”. En el idioma galés se le llama “el puerco de la miel” y “el dueño de la miel”.
También en proverbios del siglo XVI , se recoge alguno relacionado con esta afición del oso por la miel: «el que comparta la miel con el oso obtendrá la parte más pequeña», o en su original en francés,“Qui partage le miel avec l´ours aura la plus petite part”.
En el mismo siglo, al oso se le atribuyen características negativas, con numerosas imágenes del oso que intenta robar la miel y es víctima del furor de las abejas.
Como las abejas son muy prestigiosas en la simbología animal del Renacimiento, el oso, su enemigo, tiene que ser por fuerza una criatura detestable.
De las siete especies de oso reconocidas y que todavía luchan por sobrevivir en este mundo, la mayor parte son buenos mieladictos, como el oso pardo (Ursus arctos) que habita en América del Norte, Asia y Europa, el oso negro (Ursus americanus) en América del Norte, el oso de anteojos de los Andes (Tremarctos ornatus), el gran panda (Ailuropoda melanoleuca) de China y Tíbet y el oso perezoso (Melursus ursinus) de las regiones montañosas de India y Sri Lanka. El oso polar (Ursus maritimus), que habita en el ártico lo tiene más difícil para encontrar colmenas en su territorio.
Oso Pardo en la Península ibérica.
Cada vez aparecen con más frecuencia las noticias de los osos visitando las colmenas para comerse su miel.
El oso posee buen oído, una visión pobre y buen sentido del olfato. Alcanza los 30 años de edad. Su pelo varía desde el marrón muy oscuro al dorado claro.
Puesto de pie alcanza casi los dos metros de altura, levantando entre 110 a 200 kg, siendo las hembras más pequeñas que los machos.
Es un animal con preferencia por la actividad nocturna, por eso, es probable que el apicultor no descubra hasta la mañana siguiente que el oso se ha dado un atracón de miel.
El oso es solitario y no territorial. Puede recorrer grandes distancias en una noche, y trepa bien a los árboles.
Cuando come, adopta con frecuencia una postura sentada, y se sirve de las extremidades exteriores para sostener el alimento.
En invierno no hiberna, más bien se aletarga, mientras se alimenta de las grasas acumuladas disminuyendo el latido del corazón y temperatura corporal.
Puede vivir en libertad entre 25 y 30 años.
El oso gran aficionado a la miel
Distribución del oso en la Península Ibérica
Hasta el siglo XVIII estuvo extendido por toda la península.
Hoy hay dos núcleos en el Cantábrico, con 25-30 ejemplares en el oriental y unos 170 en el occidental. 5 osos fueron reintroducidos en el pirineo catalán.
Le gustan las zonas poco pobladas, bosques entre 1100 y 1400 metros de altura.
Es omnívoro, complementa productos de origen vegetal (brotes, hojas tiernas, tubérculos, bellotas, hayucos, castañas, avellanas, moras, cerezas) con proteínas de la carne. También ingiere insectos sociales como las abejas y las hormigas.
Es después de salir de su letargo, con poco peso pero mucha hambre, cuando busca con muchas ganas la miel de las abejas.
¿Por qué las picaduras de abeja parecen no afectarle al oso?
Le afectan como a todos, especialmente en la cara, zona donde su pelo largo e hirsuto y su fuerte piel no pueden protegerlo de las picaduras.
Desde nuestro blog animaros a todas las personas que luchan por la supervivencia del oso a seguir haciéndolo, seguro que merece mucho la pena. Un mundo sin osos y sin abejas sería un mundo mucho más triste.
Lecturas muy recomendadas:
-El oso. Historia de un Rey destronado, de Michel Pastoureau. Ediciones Paidós.
– Rastros y huellas de carnívoros ibéricos. Ángel Iglesias Izquierdo, Ángel Javier España Báez. Ediciones Jaguar.
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