El Panchatantra es una obra de la narrativa india, cuyo origen se remonta a los siglos III y IV de nuestra era. Contiene fábulas y relatos con intención didáctica-moral, y como podéis ya imaginar, algunas de ellas repletas de miel y abejas. Esta obra se difundió por Persia en el año 570, y el Islam la transmitió por Europa. Muchas de las versiones que nos han llegado tienen muchas adiciones árabes y cristianas. Sin ir más lejos, bajo el título de Calila y Dimna, Alfonso X el Sabio tradujo esta obra literaria del árabe.
Hecha la introducción, vamos con el relato.
Dicen que hubo un religioso que cada día pedía limosna en la casa de un mercader rico, recibiendo pan, miel y manteca, además de otras viandas para comer. No dudaba en nutrirse a diario con el pan y el resto de manjares, guardando la miel y la manteca en una jarra, que colgaba a la cabecera de su cama. Cuando la jarra se llenó, sabiendo que el precio de la miel y la manteca había aumentado en el mercado local, comenzó a reflexionar y hacer sus cálculos. «Venderé lo que está en esta jarra por tantos maravedís, que podré comprarme 10 cabras, las cuales una vez preñadas, parirán a los cinco meses».
Continuó haciendo cuentas con su creciente rebaño de cabras, y estimó que en cinco años tendría al menos 400 chivas. Luego, se dijo, «las venderé y compraré 100 vacas, además de semillas, que con los bueyes que tenga cultivaré en el campo».
Así conjeturó que en otros cinco años tendría tanta leche y cereales, que podría adquirir una lujosa casa y muchos esclavos. Una vez cumplido su sueño anterior se casaría con una mujer muy hermosa y de alto linaje, con la que tendría un descendiente varón, al que educaría para ser respetado y admirado por sabios y reyes.
Y si el hijo le saliera rebelde y maleducado, se dijo, «le castigaré con la vara que llevo en la mano».
Y al decir esto y alzar la vara que sostenía con la mano, dio con ella en la jarra que tenía en la cabecera de su cama, rompió dicho recipiente, derramándose la miel y la manteca sobre su cabeza.
Moraleja: no quieras imaginar lo que no sabes si será. Y para los apicultores, aplicarnos el mismo cuento.
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