El avispón, abejón o Vespa crabro no pasa desapercibido en el colmenar, debido a su tamaño, que lo hace destacar cuando vuela cerca de la piquera de la colmena.
Se observa con más frecuencia a finales del verano, «llevándose» a las abejas más cansadas o débiles que encuentra, que le servirán de alimento.
Además de alimentarse de abejas o de su miel, tiene «debilidad» por las moscas, a las que mata, decapita y luego ingiere su contenido, dejando el sobrante para la reina y las larvas de su nido. Le gustan también las frutas y peras maduras. Y como curiosidad, puede hasta succionar la savia de los árboles de hoja ancha heridos.
La competencia por el alimento con la recién llegada avispa asiática hace que se vuelva más agresiva en su búsqueda de alimento.
Una tonalidad roja en su tórax la distingue de otras avispas. Agujeros en un muro, árboles huecos, bajo tierra o debajo de una teja, es muy variada la ubicación de sus nidos.
Como mucha de las otras avispas, construye su «casa» con virutas de madera roídas, mascadas y mezcladas con su saliva en primavera. Coloca un huevo en cada una de las celdas que componen el nido, que al nacer se ocuparán de buscar comida y seguir con la construcción de su hogar.
En su época de máximo desarrollo (finales verano), puede alcanzar un par de cientos de habitantes en el nido. A comienzos del otoño, después del apareamiento de las futuras reinas, invernan abandonando individualmente el nido para buscar refugio y protegerse del frío.
Es un insecto pacífico, y útil por la cantidad de moscas que elimina. Solo ataca al hombre si este amenaza su nido. Cuando pica, lo hace de verdad, hasta 48 horas de picor. Posible riesgo para las personas alérgicas.
Un visitante más de nuestra colmena, que debiéramos conocer y respetar.