• Saltar a la navegación principal
  • Saltar al contenido principal
  • Saltar a la barra lateral principal
  • Saltar al pie de página

Cultura miel. Curso cata mieles online

Cada año catamos y recomendamos las mejores mieles de España que nos envían los apicultor@s.

  • Inicio
  • Abejas
    • Artículos curiosos
    • Ayudar a las abejas
    • Abejas, abejorros y otros habitantes del colmenar
    • Ciencia, religiones y mitologías
    • Mundo infantil: niños y abejas
    • Coleccionismo
  • Apicultura
    • Apicultura urbana
    • Apicultura solidaria
    • Apiprofesiones
    • Apiblogs y artículos opinión sobre apicultura
  • Blog
  • Miel&Cata
    • Locos por la miel
      • Aprendiendo con la miel
      • Gastromiel
      • Utensilios relacionados con la miel
      • Enganchados a la miel
    • Listado catadores de miel. List of honey tasters
  • Colmena
    • Colmena literaria y sus libros
    • Fábulas y Api-relatos
    • Arte y música con abejas y miel
    • Teatro&Cine&TV
    • Diseño&Publi&Fotos
    • Cosmética apícola
  • Mieles
    • Cómo participar en cata Mieladictos 2023
    • Mieles favoritas de España
    • Mieles del Mundo
      • Mieles de Asia
      • Miel de Manuka
    • Miel de abejas meliponas y miel de abeja trigonas
  • Contacto
    • Sobre los Mieladictos
    • Saborea el Blog de los Mieladictos
    • ApiConsultorio
Usted está aquí: Inicio / Archivo de abejas en la obra de HC Andersen

abejas en la obra de HC Andersen

Hans Christian Andersen y su elfo del rosal

20 agosto, 2015 Por Alberto Deja un comentario

«La vida es el más maravilloso de los cuentos».

Comenzamos con esta frase atribuida a Hans Christian Andersen, escritor danés de cuyos cuentos casi todos hemos escuchado alguna de sus versiones. ¿Cuántas veces has escuchado o leído «La sirenita», «El cuento del patito feo» o «Pulgarcita?

Estatua de H.C. Andersen en Copenhague
Estatua de H.C. Andersen en Copenhague

Aunque este autor afirmó que no escribía para niños,  en sus cuentos se inspiró en personas mayores, algunas de las cuáles conocía en persona.

Sus personajes, fueran animales, plantas o personas eran un medio para sembrar en los corazones puros de los niños las virtudes de los «hombres del mañana».

Uno de los cuentos de Hans Christian Andersen habla de abejas, de elfos y de solucionar injusticias. Un buen tema.

El elfo del rosal 

En el centro de un jardín crecía un rosal cuajado de rosas y en una de ellas, la más hermosa de todas, habitaba un elfo tan pequeñín que ningún ojo humano podía distinguirlo. Detrás de cada pétalo de la rosa tenía un dormitorio. Era tan bien educado y tan guapo como pueda serlo un niño, y tenía alas que le llegaban desde los hombros hasta los pies. ¡Oh, y qué aroma exhalaban sus habitaciones, y qué claras y hermosas eran las paredes! No eran otra cosa sino los pétalos de la flor, de color rosa pálido.

Se pasaba el día gozando de la luz del sol, volando de flor en flor, bailando sobre las alas de la inquieta mariposa y midiendo los pasos que necesitaba dar para recorrer todos los caminos y senderos que hay en una sola hoja de tilo. Son lo que nosotros llamamos las nervaduras; para él eran caminos y sendas, ¡y no poco largos! Antes de haberlos recorrido todos, se había puesto el sol; claro que había empezado algo tarde.

Se enfrió el ambiente, cayó el rocío, mientras soplaba el viento; lo mejor era retirarse a casa. El elfo echó a correr cuando pudo, pero la rosa se había cerrado y no pudo entrar, y ninguna otra quedaba abierta. El pobre elfo se asustó no poco. Nunca había salido de noche, siempre había permanecido en casita, dormitando tras los tibios pétalos. ¡Ay, su imprudencia le iba a costar la vida!

Sabiendo que en el extremo opuesto del jardín había una glorieta recubierta de bella madreselva cuyas flores parecían trompetillas pintadas, decidió refugiarse en una de ellas y aguardar la mañana.

Se trasladó volando a la glorieta. ¡Cuidado! Dentro había dos personas, un hombre joven y guapo y una hermosísima muchacha; sentados uno junto al otro, deseaban no tener que separarse en toda la eternidad; se querían con toda el alma, mucho más de lo que el mejor de los hijos pueda querer a su madre y a su padre.

-Y, no obstante, tenemos que separarnos -decía el joven­. Tu hermano nos odia; por eso me envía con una misión más allá de las montañas y los mares. ¡Adiós, mi dulce prometida, pues lo eres a pesar de todo!

Se besaron, y la muchacha, llorando, le dio una rosa después de haber estampado en ella un beso tan intenso y sentido que la flor se abrió. El elfo aprovechó la ocasión para introducirse en ella, reclinando la cabeza en los suaves pétalos fragantes; desde allí pudo oír perfectamente los adioses de la pareja. Y se dio cuenta de que la rosa era prendida en el pecho del doncel. ¡Ah, cómo palpitaba el corazón debajo! Eran tan violentos sus latidos, que el elfo no pudo pegar el ojo.

Pero la rosa no permaneció mucho tiempo prendida en el pecho. El hombre la tomó en su mano y, mientras caminaba solitario por el bosque oscuro, la besaba con tanta frecuencia y fuerza, que por poco ahoga a nuestro elfo. Éste podía percibir a través de la hoja el ardor de los labios del joven; y la rosa, por su parte, se había abierto como al calor del sol más cálido de mediodía.

Se acercó entonces otro hombre, sombrío y colérico; era el perverso hermano de la doncella. Sacando un afilado cuchillo de grandes dimensiones, lo clavó en el pecho del enamorado mientras éste besaba la rosa. Luego le cortó la cabeza y la enterró, junto con el cuerpo, en la tierra blanda del pie del tilo.

-Helo aquí olvidado y ausente -pensó aquel malvado-; no volverá jamás. Debía emprender un largo viaje a través de montes y océanos. Es fácil perder la vida en estas expediciones, y ha muerto. No volverá, y mi hermana no se atreverá a preguntarme por él.

Luego, con los pies, acumuló hojas secas sobre la tierra mullida, y se marchó a su casa a través de la noche oscura. Pero no iba solo, como creía; lo acompañaba el minúsculo elfo, montado en una enrollada hoja seca de tilo que se había adherido al pelo del criminal mientras enterraba a su víctima. Llevaba el sombrero puesto, y el elfo estaba sumido en profundas tinieblas, temblando de horror y de indignación por aquel abominable crimen.

El malvado llegó a casa al amanecer. Se quitó el sombrero y entró en el dormitorio de su hermana. La hermosa y lozana doncella yacía en su lecho soñando con aquél que tanto la amaba y que, según ella creía, se encontraba en aquellos momentos caminando por bosques y montañas. El perverso hermano se inclinó sobre ella con una risa diabólica, como sólo el demonio sabe reírse. Entonces la hoja seca se le cayó del pelo, quedando sobre el cubrecamas sin que él se diera cuenta. Luego salió de la habitación para acostarse unas horas. El elfo saltó de la hoja y, entrándose en el oído de la dormida muchacha, le contó, como en sueños, el horrible asesinato, describiéndole el lugar donde el hermano lo había perpetrado y aquel en que yacía el cadáver. Le habló también del tilo florido que crecía allí, y dijo:

-Para que no pienses que lo que acabo de contarte es sólo un sueño, encontrarás sobre tu cama una hoja seca.

Y, efectivamente, al despertar ella la hoja estaba allí. ¡Oh, qué amargas lágrimas vertió! ¡Y sin tener a nadie a quien poder confiar su dolor!

La ventana permaneció abierta todo el día; al elfo le hubiera sido fácil irse a las rosas y a todas las flores del jardín; pero no tuvo valor para abandonar a la afligida joven. En la ventana había un rosal de Bengala; se instaló en una de sus flores y se estuvo contemplando a la pobre doncella. Su hermano se presentó repetidamente en la habitación, alegre a pesar de su crimen; pero ella no osó decirle una palabra de su cuita.

No bien hubo oscurecido, la joven salió disimuladamente de la casa, se dirigió al bosque, al lugar donde crecía el tilo, y apartando las hojas y la tierra no tardó en encontrar el cuerpo del asesinado. ¡Ah, cómo lloró, y cómo rogó a Dios Nuestro Señor que le concediese la gracia de una pronta muerte!

Hubiera querido llevarse el cadáver a casa, pero al serle imposible cogió la cabeza lívida, con los cerrados ojos, y besando la fría boca sacudió la tierra adherida al hermoso cabello.

-¡La guardaré! -dijo, y después de haber cubierto el cuerpo con tierra y hojas, volvió a su casa con la cabeza y una ramita de jazmín que florecía en el sitio de la sepultura.

Llegada a su habitación, cogió la maceta más grande que pudo encontrar, depositó en ella la cabeza del muerto, la cubrió de tierra y plantó en ella la rama de jazmín.

-¡Adiós, adiós! -susurró el geniecillo, que, no pudiendo soportar por más tiempo aquel gran dolor, voló a su rosa del jardín. Pero estaba marchita; sólo unas pocas hojas amarillas colgaban aún del cáliz verde.

-¡Ah, qué pronto pasa lo bello y lo bueno! -suspiró el elfo. Por fin encontró otra rosa y estableció en ella su morada, detrás de sus delicados y fragantes pétalos.

Cada mañana se llegaba volando a la ventana de la desdichada muchacha, y siempre encontraba a ésta llorando junto a su maceta. Sus amargas lágrimas caían sobre la ramita de jazmín, la cual crecía y se ponía verde y lozana, mientras la palidez iba invadiendo las mejillas de la doncella. Brotaban nuevas ramillas y florecían blancos capullitos que ella besaba. El perverso hermano no cesaba de reñirle, preguntándole si se había vuelto loca. No podía soportarlo, ni comprender por qué lloraba continuamente sobre aquella maceta. Ignoraba qué ojos cerrados y qué rojos labios se estaban convirtiendo allí en tierra. La muchacha reclinaba la cabeza sobre la maceta, y el elfo de la rosa solía encontrarla allí dormida; entonces se deslizaba en su oído y le contaba de aquel anochecer en la glorieta, del aroma de la flor y del amor de los elfos; ella soñaba dulcemente. Un día, mientras se hallaba sumida en uno de estos sueños, se apagó su vida, y la muerte la acogió, misericordiosa. Se encontró en el cielo, junto al ser amado.

Y los jazmines abrieron sus blancas flores y esparcieron su maravilloso aroma característico; era su modo de llorar a la muerta.

El mal hermano se apropió la hermosa planta florida y la puso en su habitación, junto a la cama, pues era preciosa y su perfume una verdadera delicia. La siguió el pequeño elfo de la rosa, volando de florecilla en florecilla, en cada una de las cuales habitaba una almita, y les habló del joven inmolado cuya cabeza era ahora tierra entre la tierra, y les habló también del malvado hermano y de la desdichada hermana.

-¡Lo sabemos -decía cada alma de las flores-, lo sabemos! ¿No brotamos acaso de los ojos y de los labios del asesinado? ¡Lo sabemos, lo sabemos! -y hacían con la cabeza unos gestos significativos.

El elfo no lograba comprender cómo podían estarse tan quietas, y se fue volando en busca de las abejas, que recogían miel, y les contó la historia del malvado hermano, y las abejas lo dijeron a su reina, la cual dio orden de que, a la mañana siguiente, dieran muerte al asesino.

Pero la noche anterior, la primera que siguió al fallecimiento de la hermana, al quedarse dormido el malvado en su cama junto al oloroso jazmín, se abrieron todos los cálices; invisibles, pero armadas de ponzoñosos dardos, salieron todas las almas de las flores y, penetrando primero en sus oídos, le contaron sueños de pesadilla; luego, volando a sus labios, le hirieron en la lengua con sus venenosas flechas.

-¡Ya hemos vengado al muerto! -dijeron, y se retiraron de nuevo a las flores blancas del jazmín.

Al amanecer y abrirse súbitamente la ventana del dormitorio, entraron el elfo de la rosa con la reina de las abejas y todo el enjambre, que venían a ejecutar su venganza.

Pero ya estaba muerto; varias personas que rodeaban la cama dijeron:

-El perfume del jazmín lo ha matado.

El elfo comprendió la venganza de las flores y lo explicó a la reina de las abejas, y ella, con todo el enjambre, revoloteó zumbando en torno a la maceta. No había modo de ahuyentar a los insectos, y entonces un hombre se llevó el tiesto afuera; mas al picarle en la mano una de las abejas, soltó él la maceta, que se rompió al tocar el suelo.

Entonces descubrieron el lívido cráneo, y supieron que el muerto que yacía en el lecho era un homicida.

La reina de las abejas seguía zumbando en el aire y cantando la venganza de las flores, y cantando al elfo de la rosa, y pregonando que detrás de la hoja más mínima hay alguien que puede descubrir la maldad y vengarla.

Tumba de H.C. Andersen
Tumba de H.C. Andersen. Hans Christian Andersen y su elfo del rosal

Conociendo un poco de la vida de Hans Christian Andersen.

1805, nace en Odensee, de padre zapatero y madre lavandera.

H.C. Andersen se veía como un poeta, no como un autor de cuentos para niños. Pero su amigo y mentor  Hans Christian Örsted, ya le recordaba:

¡Si  las novelas te hacen famoso, los cuentos te harán inmortal!

Dos ciudades influyeron en su vida: Odense, ciudad danesa donde nació y vivió hasta los 14 años, y  donde adquirió el conocimiento sobre costumbres y supersticiones  populares, criándose en una familia pobre y escuchando las historias  que le contaban los ancianos del hospital de su ciudad. Y la otra fue Copenhague, donde trabajó buena parte de su vida, con excepción de los 9 años que empleó en su 29 viajes al extranjero.

Su ascenso social (era hijo de un zapatero en una ciudad de provincias como Odense) fue otro tema presente en sus cuentos, novelas y obras de teatro, así como la muerte, que tiene un papel principal en su mundo narrativo.

De joven, luchó durante varios años por hacerse un hueco en el mundo del teatro como cantante, actor o dramaturgo, con  poco éxito.

Nunca formó familia, estuvo muy enamorado de dos mujeres que finalmente no se casaron con él.

La fama le llega en 1830, cuando se empieza a publicar su obra en Alemania. En los años 40 del siglo XIX su trabajo ya era conocido en América e Inglaterra.

En 1875 fallece tras una larga enfermedad.

Publicado en: Blog, Literatura Etiquetado como: abejas en la obra de HC Andersen, cuentos con abejas, cuentos de H.C. Andersen

Barra lateral principal

Busca en Mieladictos

Subscríbete a Mieladictos y recibe sus novedades

Tu privacidad nos importa. 100% libre de spam.

Política de privacidad

Mieladictos en redes sociales

  • Facebook
  • Instagram
  • LinkedIn
  • Pinterest
  • RSS
  • Twitter
  • Vimeo
  • YouTube

Mejores mieles de flores 2022 por Mieladictos

Miel de flores o multifloral. Mejores mieles de flores de España y Portugal

Miel de flores, multifloral o milflores

Miel de flores, multifloral o milflores, diferentes nombres para la miel más popular que hay. Se calcula que el 70% de la miel que se mueve por el mundo es miel de flores, así que sin lugar a duda, es la más importante de todas. Existen tantas mieles de flores como apicultores, e incluso para las … Leer más acerca de Miel de flores, multifloral o milflores

Miel de girasol, una gran desconocida

Abejas y miel de girasol

Miel de girasol

La miel de girasol (Helianthus  annuus), es una de las mieles más cosechadas en la Península Ibérica, especialmente … Leer más acerca de Miel de girasol

Nuestras mieles preferidas de romero del 2022

Abeja disfrutando la flor de romero

La magia de la miel de romero

La miel de romero es una de las mieles que siempre se encuentra entre las más demandadas por los consumidores, tanto locales como de otros países. Por eso cada año nos esforzamos en Mieladictos … Saber más acerca de La magia de la miel de romero

Las mieles de eucalipto que nos han gustado en el 2022

Miel de flor de eucalipto

Miel de eucalipto

Si buscas aromas intensos, que te recuerden a madera mojada, nada mejor que la miel de eucalipto. Desde Mieladictos compartimos … Leer más acerca de Miel de eucalipto

Ideas para maridar la miel con otros alimentos

Maridajes queso con miel

Maridaje con miel

Por maridaje de la miel entendemos  la unión, analogía o conformidad con  la que la  miel "enlaza" con otros alimentos como el queso o el pan, aunque … Leer más acerca de Maridaje con miel

Aquí están las mejores mieles de tomillo del 2022

Miel de tomillo. El néctar que las abejas liban de los diferentes flores del género Thymus  llevan siempre alguna nota que nos recuerda a esta planta. El resultado son  mieles contundentes  que dejan huella en la memoria de quienes las prueban. En Mieladictos, … Leer más acerca de La aromática miel de tomillo

Mejor miel de azahar 2022

Miel de cítricos o Miel de azahar

Miel de azahar y su relajante aroma floral

Si te hablan de clementinas, mandarinas, naranjas y limones pensarás en frutas, pero a los apicultores y amantes de la miel de azahar les vendrá a la mente su relajante aroma floral y la variedad … Leer más acerca de Miel de azahar y su relajante aroma floral

Mieles del Mundo

Miel de tevo

Miel de aguacate, tropical y mediterránea

La miel de abeto que cae del cielo

Footer

Aviso Legal

Política de cookies

Política de privacidad

Mieladictos

Quiénes somos

Apicultor, interesado por todo lo relacionado con mieles y su cata, abejas, libros, apicultura urbana...